viernes, 22 de mayo de 2020

Espacio creativo: "Prohibido enamorarse en verano"

    Nos encontramos en alguna parte de la Península, hacia el norte, pero sin vistas al mar, específicamente en un pequeño pueblo del que no quiero dar nombre. Mi nombre es Matías y soy de Vallecas, Madrid. Os preguntaréis qué hago en un pueblo tan alejado de mi ciudad; la respuesta es que estamos en verano, verano de 2010, vengo aquí todos los años, ya que es donde viven mis abuelos. Parecerá un poco aburrido pasarse todo un verano en un pueblucho, pero es todo lo contrario, aquí tengo muchos amigos y amigas, es lo bueno de este lugar: su gente. Este pueblo se activa en verano y viene gente de todas partes de España; mi mejor amigo, Ángel, es de Canarias, pero viene por su abuela que es viuda. Bueno, a lo que iba, en este pueblo hay algo especial, las peñas. Las peñas son grupos de amigos que se ponen hasta un nombre y llevan ropa a juego, yo estoy en la peña de Los Fantasmas, pero siempre estamos con otra peña toda llena de chicas que se llama Las Perlas. Hay peñas de todas las edades, tanto mayores como pequeños están en una.

Hoy mismo comienza agosto, nuestro segundo mes de vacaciones, este mes empiezan las fiestas del pueblo; eso quiere decir: descontrol, música y alcohol, es el mejor del año; pero este año es algo especial ya que cumplo los 17 allí. Normalmente nos íbamos del pueblo en mi cumple para festejarlo en algún restaurante. Sin embargo, esta vez me atreví a decirle a mi padre que no quería, y que quería quedarme; todo salió bien y mi padre lo entendió perfectamente. Además hay algo nuevo: llega un primo tercero o así mío a quedarse en la casa con nosotros todo el mes; yo no le conozco, es más, no le he visto nunca; mi madre dice que se llama Pablo y que es un primo muy lejano, pero que le tendremos que tratar como si fuera uno más; mi abuela ni siquiera es su abuela, me parece muy raro.

Matías es un chico introvertido normalmente, pero a la gente de ese pueblo los conoce de toda la vida y no tiene ningún problema en hablar con ellos. Físicamente es un chico delgado que mide aproximadamente metro ochenta, lleva gafas y aparato dental. Después de estar toda la tarde en la plaza charlando y comiendo pipas, aparece su padre que iba a comprar tabaco y le dice que vaya a casa, que Pablo ha llegado, así que Matías se despide y va a casa; cuando llega, se encuentra con su abuela hablando con la madre de Pablo, que parece ser que también se quedará. Su madre le dice que Pablo está en la planta de arriba dejando sus cosas, así que Matías sube para saludar. Nada más entrar en la habitación donde él estaba, se da cuenta de que Pablo parece mucho mayor que él, y mira que solo se llevan dos meses, es decir, Pablo ya tiene 17; es un chico de más o menos la misma estatura que Matías, pero con mucho más músculo, como si llevase años entrenando. Cuando Pablo se da cuenta de que Matías está en la habitación, le suelta un “hombre primo, por fin nos conocemos”. La reacción de Matías es darle la mano para saludar, pero Pablo se la rechaza y le da un abrazo; sus brazos le cubrieron entero, se sentía como si un luchador de sumo le estuviera aplastando, porque además tenía mucha fuerza.

Después de que Matías le ayudase a instalarse en la habitación, la abuela los llama para que vayan a cenar. En la cena Matías le cuenta que por la noche se sale, y que todos se reúnen en el pabellón del pueblo para decidir qué hacer. Llegan las diez y media y deciden salir ya para juntarse con los demás; al llegar, Pablo se presenta a todos y especialmente las chicas se quedan impresionadas con lo guapo que es y todas se ponen a su alrededor para hacerle preguntas y charlar. Mientras tanto, Ángel, uno de los amigos de Matías, le dice: “Parece ser que se le dan bien las mujeres”. Matías se ríe, pero realmente nota que Pablo tiene algo que hace que le caiga bien a todo el mundo. Al final deciden quedarse allí en el pabellón y echar un partido de fútbol. A Matías ni siquiera le gusta. Sin embargo,  a Pablo se le da exageradamente bien, parece que sea perfecto.

Al día siguiente,  Pablo despierta a Matías a las nueve de la mañana, la reacción de este no es muy buena, así que le suelta un “¿Por qué coño me despiertas a estas horas?”  A lo que Pablo le responde: “Porque nos vamos a correr, venga levanta”.  Con muy pocas ganas, Matías se levanta y se prepara para salir a correr. Cuando ya están corriendo, Pablo le pregunta: “Oye, ¿y tú tienes novia? Porque eres guapo, seguro que alguna tienes detrás”.  Matías nunca había pensado en eso, tampoco había tenido novia, y alguna del pueblo se le había acercado con intenciones, pero no se siente capaz de estar en una relación. “¡Eh, que te estoy hablando!”, le volvió a decir Pablo. Matías se había quedado perdido en sus pensamientos y se le había olvidado responder. “Pues no”,  contestó con vergüenza.  “¿Qué dices?, ¿al menos con alguna te habrás liado?”. Eso sí que había pasado, cuando Matías iba borracho, hacía cualquier cosa, parecía que se convertía en otro. “Sí, cuando me emborracho, pero lo típico que no sientes nada, solo por diversión”, le respondió. Pablo se echó a reír.  “Sí, sin sentimiento”,  dijo.

Hoy era la primera fiesta del pueblo, el primer día de tres consecutivos de pura fiesta, con bandas que vienen a tocar y DJ’s; eran las diez y media y se disponían a salir, con la intención de no volver al menos hasta las ocho de la mañana del día siguiente. Esa noche empezó como todos los años, yendo a una bodega abandonada donde se ponían hasta el culo de alcohol para después bajar a la verbena y bailar hasta que les doliesen los pies.

Al acabar la música, sobre las cinco de la mañana, todos decidieron ir al depósito para jugar al juego de la botella. Se colocaron todos en círculo y Luna, una de las chicas, dijo: “Para el que no sepa cómo se juega, le damos a la botella para que gire dos veces y a los dos que les toque se tienen que besar”. Primero les tocó a Nadia y a Renzo, luego a Juan y a Ziara, y en la tercera, por pura casualidad, les tocó a Matías y a Pablo. Al principio Matías no quería, pero Pablo le convenció diciéndole que solo era un juego y que no pasaría nada, así que acabó accediendo. Cuando se besaron, Matías notó algo que nunca había sentido con ninguna chica, no sabía qué le pasaba, qué era esa sensación. Cuando pararon, todos se echaron a reír, todos excepto Matías, que se quedó mirando a Pablo que también reía.

Llegaron las ocho y decidieron regresar a casa, no se hablaron en todo el trayecto hasta que llegaron a las habitaciones.  “Buenas noches, dijo Matías, dándole la espalda a Pablo. No recibió respuesta, así que se dio la vuelta y le vio justo enfrente de él, a un palmo de su cara, así que Matías preguntó: “¿Va todo bi… ". No le dio ni tiempo a terminar la frase cuando Pablo le volvió a besar; esta vez con más ganas, con verdadera pasión; ahí fue cuando Matías entendió qué sentía por Pablo, no era una amistad muy fuerte, era auténtico amor y bastante atracción sexual;  se metieron los dos en el cuarto de Matías y estuvieron ahí hasta el día siguiente. Tenían la excusa de haber estado de fiesta, es decir, que nadie les molestaría, pero tampoco nadie sabía que estaban en la misma habitación, ni qué hacían ahí dentro.

Los días siguientes fueron los mejores de todo el verano para ellos. Por las tardes se reunían con todos los amigos o iban ellos solos a bañarse al río; por las noches vivían otra vida de música a todo volumen, alcohol y algunas drogas, y las mañanas se las pasaban juntos en la habitación. Aguantaron así, con la relación en secreto, hasta una noche, la última fiesta que quedaba, la más grandiosa e increíble. Después de haber bebido y de haber estado bailando, decidieron irse detrás del bar porque no se aguantaban las ganas de estar juntos a solas y estuvieron así hasta que fueron interrumpidos por un grupo de borrachos que salían del bar. Lo primero que hicieron fue separarse, pero ya les habían visto. Los señores se les quedaron mirando hasta que uno gritó: “Mirad, unos maricones”. Ellos se asustaron porque los otros iban muy borrachos. Otro dijo: “Nosotros no queremos maricas en nuestro pueblo”. Acto seguido un tercero empujó a Matías, quien se golpeó contra una tubería y se quedó prácticamente inmóvil, le daba vueltas la cabeza y veía borroso. La reacción de Pablo fue ir a pegar al hombre, pero los otros dos intervinieron tirándolo al suelo y dándole patadas. Matías no pudo hacer nada, porque se desmayó poco después de eso.

Despertó en el hospital, le seguía doliendo la cabeza, el médico que tenía al lado le dijo que no se moviese y que iba a avisar a su familia. Cuando entraron su padre y su madre, rápidamente les preguntó dónde estaba Pablo, a lo que su madre le contestó llorando: “Cariño, Pablo no tuvo tanta suerte como tú”. No entendía nada, ¿a qué se refería su madre con que no había tenido tanta suerte? Intervino su padre poco después, haciéndole  volver de sus pensamientos por un momento: “Tu madre se refiere a que a Pablo no le dio tiempo a llegar al hospital, ha fallecido”. Esas palabras se le clavaron por todo el cuerpo y le hicieron explotar el corazón.  No se lo podía creer, era imposible, él era un chico fuerte, él debía haber sobrevivido, esto no era justo. Matías rompió a llorar, no se podía creer nada de lo que le estaba sucediendo, todo parecía un sueño. Pero era real.

Ángel de la Morena Muñoz
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Fuente: xphere.com


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